Las primeras confesiones de los detenidos indican que estaban a punto de llevar a cabo su diabólico plan, consistente en asesinar varios políticos libaneses “rivales” y atentar contra ciertos lugares religiosos con el fin de provocar una guerra interna de carácter religioso y sectario.
El material confiscado consistía de grandes cantidades de sustancias explosivas y artefactos ya preparados para ser explotados, que sólo les faltaba el detonador, además de pistolas con silenciador.
Las investigaciones señalan que los tres detenidos pertenecían a una red muy peligrosa, de tendencia takfirí, ligada a una organización terrorista afiliada a Al-Qaeda. Las fuerzas de seguridad siguen investigando el paradero de los demás miembros de la red, cuyo número no ha sido revelado.
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